Hay días, semanas o temporadas en que
nos levantamos y sentimos algo dentro que no encaja con nuestro ser,
pero al que tampoco damos importancia.
Simplemente pensamos en que puede ser,
lo que nos haga estar en ese punto tan inestable, podemos dar con la
solución o tal vez no, pero lo único claro que los que nos conocen
nos encuentran distintos.
Más callados, o saltamos impulsivos,
puede que hablamos sin pensar o simplemente lo que nos delata es una
mirada vacía, apagada, de esas que pocas personas ven o un nada que
significa me pasa todo, pero me lo guardo sola enmascarándolo en un
comportamiento que no es el propio.
¿Quien se da cuenta realmente de
ello?,Si estamos en un mundo en el que ya sea por naturaleza, por las
prisas con la que andamos o por que nos hemos echo sin quererlo algo
egoístas y no somos capaces de reconocer el dolor de una persona o
mejor dicho su malestar con el mundo con sólo verle y si es así la
mayoría pasan por su lado sin ni siquiera preguntar ¿que pasa?
Igual por miedo a su respuesta, por no saber como ayudar o tal vez
ni siquiera caen en ello ya que cada uno estamos tan metidos en
nuestro mundo que a veces da la sensación de estar rodeados de
desconocidos.
Pero al final van pasando los días, y
en nuestro interior notamos como nos convertimos en bombas andantes,
una sensación la cual no queremos que la mecha empiece arder e
intentamos desactivar hablando con aquellos que sentimos nos
entienden y de alguna forma saben e intentan echarnos una mano para
apagarla, pero a veces resulta que quien más nos ayudaría es a
quien menos dejamos y con los que más escondemos ese estado, a
través de borderias lo cual lleva a preguntarse ¿que le pasa? ¿Por
que esta así?, y miles de preguntas con respuestas abiertas, aunque
la verdad que a nadie engañemos actuando así.
Lo único que se consigue es preocupar
más a los que intentar por todos los medios que contemos todo lo que
guardamos aunque ellos se lo saben de sobre con sólo una mirada.
Al final lo más chorrada es lo que
hace la mecha arda, y ya en cuestión de segundos perdemos el control
que creímos tener de la situación, y nos vemos dando patadas o
puñetazos a lo primero que veamos. Seguido de gritos, malas
contestaciones y despotricar sin pensar...
Ya no somos nosotros, al final nos ha
ganado esa impotencia, rabia, agobio, dolor, cansancio ...Una mezcla
de todo lo que no queríamos mostar por las buenas y sin embargo
estamos como bestias sin domesticar y rugiendo a todo aquel que ese
día se acerque.
Tal vez con suerte esa noche a solas
volvemos a recuperar la calma, si no a cabo de los días empezaremos
hablar de ello y darnos cuenta de todo lo pasado y el daño que
igual hemos provocado en otros, cuando solo querían ayudarnos a
calmarnos.
Y es cuando vemos los imbéciles que
somos, todo ello se podía haber evitado seguramente llorando en vez
aguantado las ganas o hablando de lo que sentimos pero en su lugar
nos dedicamos a callarnos y luego quejarnos de todo.
Parece que sólo culpamos a la gota
que lo lleno y reboso, he hizo que nuestro vaso se rompiese. Pero
¿que pasa con todo aquel líquido que hemos dejado que se llenase
sin apenas quejamos?
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